La ciudad no es ciudad. Es
una
luz del semáforo que se
detiene.
//plash plash
plash
suena el encendedor//. Es el
semáforo
de la luz roja. Ya no la ven
desde la semana
pasada. No la reconocen. Se aferran a los
demás colores menos a la roja. Se detienen
coches desde que el primero lleno de potros
optó por dejar el tiempo en un cinturón de
castidad. Los primeros se
detuvieron y
arrojaron a los futuros
bebés en un muelle
o vacío de las calles. Los
segundos hechizaron
las paredes que jamás
crecerán
por la muerte de las
antiguas culturas. Y los
terceros se dejan morir
antes que cambie
de color el semáforo:
al cabo no lo ven y si lo
descubren
se irían a tierra adentro
a reunirse con los demás
que no quieren ver.
//el semáforo tiene vida//
cantan
los olvidados de la noche
//el semáforo apunta y brevemente
clava un ojo a los escondidos
porque es el semáforo quien nos tortura
y sin
clerecía
o vértigo en un fusil sin boca
amenaza en convertirnos
en parte de su rojo sangre//
cantan
los cadáveres de perros
cantan
las mentiras inconclusas
cantan
las banquetas rotas
cantan
las bolsas de plástico
cantan
los bosquejos o las voces
cantan
los ojos caídos
//el semáforo nos aparta
aplasta
el reloj
de la muñeca inferior
tic-tac dicen los demás
el semáforo nos quita el sueño
y nos encuentra
abandonados
carcomidos
o mejor aún
exiliados
de la enfermedad//
La catedral a lo lejos
con ratas muertas metiéndose
por los huecos de la puerta;
abundan las palomas
con olor a azufre
y esqueletos de gatos
ensangrentados
sin tráqueas mueren
o se ahogan todas las noches
por la lama o
carbono.
La catedral con las puertas
cerradas
y los ciegos admiran a los santos
llorando
refugiados en el teísmo
porque
de la vida es lo único que
tienen de vida
y los ciegos caminando en charcos
atropellados
por culpa del semáforo:
cada cinco segundos
transcurridos
hay alguien quien deja de respirar.
//el semáforo mata//
dicen los ciegos.